El espectro de una idea - The Ghost of an idea

“EL ESPECTRO DE UNA IDEA”

 

Tiene que ver con la calma, con el sonido de guijarros arrastrados por las olas hasta la orilla siglo tras siglo, con la ausencia y la soledad, no con el hecho de estar solo sino con la elección de no ir a ninguna parte del mundo exterior. Tiene que ver con el silencio, con la quietud. Es un lugar interior quieto y sereno, de contemplación, un intento de evitar el error de estar siempre en movimiento, con la idea innoble de que la respuesta debe encontrarse fuera, en algún lugar de fuera. En realidad ahí fuera es un lugar interior. Tiene que ver con instantes, instantes que duran una eternidad, instantes que jamás han existido. Lo infinito en lo finito.


Contempla el cielo de noche y contemplarás el pasado. El sextante te transportará de nuevo hasta adentro. La luz, cuanta más distancia recorre más lejos te transporta, más remoto se hace todo, más pequeño, más envolvente, más perfecto. Deberíamos ocuparnos de las pequeñas cosas.


Tiene que ver con permanecer callado, con remontarse a un tiempo anterior a la primera palabra, con el silencio, con tiempos en que los sonidos no habían sido todavía reglamentados. El sextante te devolverá al calor y a la luz melocotón de la matriz, y aún más atrás, allí donde los sueños son recuerdos del futuro, no una caricia helada.
El actor creía que había convertido esta idea en arte hasta tal punto que, en cierto modo, se pasaba las horas capaz sólo de mirar hacia dentro porque se había puesto del revés, y cuando se le ponían los pelos de punta ante océanos infinitos de posibilidades, no estaba iluminado sino cegado, vacío.


Pero desafortunadamente, todavía podía cruzar el océano con su mirada, hasta llegar a su nuca. No había retrocedido lo suficiente y sabía que sus palabras, guijarros que a saltos se pierden en el mar, ya no servían, no eran tan elocuentes como las de los demás. Sabía que las imágenes ya no servían, no eran tan conmovedoras como las de los demás, así pues lo dejó todo a la deriva, sin rumbo, -gesto no tan grandioso como el de los demás-.
No podía retroceder lo suficiente, así que abandonó el escenario en busca de belleza tan grandiosa como la de los demás y no para seguir al sextante, que sonríe ante la belleza de las pequeñas cosas, ante la calma, ante el sonido de guijarros arrastrados por las olas hasta la orilla siglo tras siglo.


Es teatro puro. Color, intimo y profundo, luminoso como el de una película o un video. Blanco y negro, luces y sombras, inquietud y calma dentro y fuera.
¿Expresionismo? Quizás, aunque más bien se trata de la representación teatral de lo que sucede entre el punto de partida y el final. Una simplificación Shakesperiana de la vida.
¿Nostálgica? ¿Sombría? En absoluto. Seductora, como una balada triste y sentimental en la que siempre hay belleza, una afirmación de la belleza. Las pequeñas bellezas románticas, a menudo olvidadas, de la vida.


Y el barco permanece encallado en el escenario, y el artista abandona la escena mientras suenan pasos sobre guijarros, pasos que se alejan de la orilla. De la infinita marea de ideas de la noche anterior, vacío, se aleja con tan sólo el espectro de una sola. Baja el telón. Amanece.

 

 

“THE GHOST OF AN IDEA”

 

The ghost of an idea is about calm, the sound of pebbles washed ashore in the waves over the centuries, absence, solitude, not about being alone, but choosing not to be going to someplace out there. It’s about being still. Stillness. It’s a still serene place inside, of contemplation, an attempt to avoid the mistake of always moving, the ignoble idea that the answer must be out there, some other place out there. In reality out there is a place inside, inside out. It’s about instants, instants that last an eternity, instants that never exist. The infinite in the finite.


Contemplate the night sky and you contemplate the past. The sextant will take you back inside. The longer the light has travelled, the further back you see, the earlier it all becomes, the smaller it all becomes, the more all enveloping, the more perfect it all becomes. We should look to the smaller things.


It’s about being quiet. It’s about going back to before the first word. It’s about silence, the time before sounds became regimented. The sextant will take you back into the warm peach coloured glow of the womb and back way beyond then, to where dreams become memories of the future, not a frozen caress.


The actor thought he had turned this idea into an art to such an extent that, in a manner of speaking, he spent his time only able to look inwards, for he had turned himself inside out, and when his hair stood on end at the limitless oceans of possibilities, he was not enlightened, he was blinded, empty.


But unfortunately, he could still look out across the ocean to the back of his head. He had not gone back far enough and knew his words were of no use anymore, pebbles skipping out to be lost in the ocean, not as eloquent as everyone else’s. He knew the images were of no use anymore, not as moving as everyone else’s, so he left it all drifting, aimless, -a gesture not as grand as everyone else’s.


He couldn’t go far enough, so he left the stage empty to find beauty as grand as everyone else’s, not to follow the sextant, which smiles at the beauty in little things, at the calm, at the sound of pebbles washed ashore in the waves over the centuries.


And the boat remains beached onstage, and the artist walks offstage to the sound of footsteps in the pebbles, footsteps walking ashore. He leaves with only the ghost of an idea from the infinite waves of ideas of the night before. Curtain down. Sunrise.